domingo, 22 de marzo de 2009

Historias de un Don Nadie (Parte I)

Solo entraba en aquella siniestra habitación un tenue rayo de luz por el que se apreciaban, diminutas motas de polvo descendiendo lentamente hasta caer, junto a este, un sonido continuo de un grifo mal cerrado… “cloc-cloc-cloc…” gota a gota se desangraba aquel grifo dejando derramar una y otra vez el agua por sus paredes.
Se respiraba miedo y suspense, tensión hasta la hora en la que él dejaría este mundo, tal y como lo decidimos. Junto a él, permanecía una araña, inerte ante la situación que su compañero de celda estaba sufriendo.

Esta situación se prolongaba, día a día, aquel incesante ruido no paraba, aquel rayo de luz seguía ahí junto a las motas de polvo que desfilaban a trabes e él. A los 7 días, el momento llegó, a lo lejos se presenciaba un sonido de pasos, firmes y decididos a llegar hasta él. El verdugo avanzaba rápido, junto a un sonido de trompetas lejano, anunciando el momento. La araña agacho la cabeza, con la pata delantera izquierda saludo brevemente a su compañero dándole su último adiós. Con un alarde de valentía se levanto y se arrimo a la puerta de acero que cesaba su libertad. El verdugo abrió la puerta, produciendo un chirriante ruido que estremeció hasta la más pequeña de las motas de polvo que desfilaban de luto.

El verdugo lo agarro de la camisa y estiro con fuerza, tal, que rasgó toda la camisa, pero… eso que importaba. Avanzaron a trabes del pasillo hasta que una luz, compañera de la de su celda, le cegó. Cuando pudo recuperar la vista, observó a miles de personas aclamando su muerte. Entre ellas destacaba la de un joven que gritaba: - Muerte, muerte para el recluso. – La crueldad con la que chillaba, desgañitando su garganta con tal de hacerse oír, derribo las pocas ganas de vivir que le quedaban. Después de una breve pausa, ascendió por la escalera medio rota y con estacas sangrientas de otros desgraciados que esperaba el yunque preparado para su decapitación. El verdugo se puso frente a él, y cogiendo del pelo lo lanzo hacia abajo, humillándolo y arrodillándolo para matarlo. El verdugo alzo su hacha, paro unos instantes y la abalanzo hacia su cuello descendiendo rápidamente hasta que…

Contiuará.

1 comentario:

  1. Otra historia que, ironicamente, comienza con el final, que es la muerte. Has descrito bastante bien la humillación que puede sufrir un preso condenado a muerte, la gente que grita animosa sin darse cuenta de la gran atrocidad de la que están siendo testigos y, de alguna manera, complices.

    Bueno, solo decirte que aunque haya cerrado el blog, sigo leyendo y comentando. Espero que se les pege a los demás ya que, al parecer, la gente ha perdido el interés que con tanta fuerza mostraba en anteriores ocasiones.

    Saludos.

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