domingo, 21 de diciembre de 2008

Postmodernidad: ¿Eficiecia o ambición?



Hoy dejare que reflexioneis vosotros mismos, ya que despues de horas de desarrollo, se ha ido la luz, y con ella mis ganas de repetir todo. Y aprovecho para decir que no me deja comentar, en consecuencia, mando un gran "Enorabuena" a todos aquellos, nuevos y veteranos, que se estan buscando un sitio en la red para expresar su opinión y les esta saliendo genial, daros por aludidos.

Un saludo.

jueves, 18 de diciembre de 2008

¿Navidad?¿Seguro?


Ya estamos en diciembre, la navidad se acerca. Lo que en teoría debería ser una fiesta para los creyentes, se convierte en una fiesta global. Todo porque existe la tradición de hacerse regalos, algo que las empresas no podian dejar pasar por alto. Estas fiestas se han convertido en un tiempo de consumismo desmesurado.

Un año mas, estamos invadidos por los turrones, polvorones, juguetes… anuncios y mas anuncios. Somos victimas del consumismo. Por todas partes recibimos mensajes, que, aunque no quieras, acaban por influirte.

Personalmente pienso que no puedes evitar consumir, en la sociedad en la que vivimos es imposible: ¿puedes estar un dia sin comprar electricidad, agua, comida..? Lo que si hay que intentar, es no consumir mas de lo normal, o de lo necesario.

Aunque esta actitud debería ser normal en nuestra vida, es en estas fechas cuando suele acentuarse, ya que es cuando mas presión recibimos por parte de nuestro entorno.

Por ultimo no podria dejar escapar ese gran topico que nos acompaña hasta la sopa. ¡Exacto! Los villancicos, nos torturan con horribles melodias desde Octubre y nos persiguen desde tiendas, hasta grandes centros comerciales y medios de comunicación, y año tras año con la misma canción. Hos propongo una cosa, cread un villancico, renovadlos mientras siga cuerdo.

Y recordad: Consumir si, pero con cabeza.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Nuestra higuera


En un rincón del alma todos tenemos una higuera. Firme y solitaria, verde y silenciosa, esperado a que por una vez, alguien le haga sombra, que alguien le dé un respiro y deje de tener que plasmar día a día su silueta en el suelo. Pero el momento nunca llega. Nuestra higuera a lo largo de su vida habrá presenciado inhóspitos lugares e inquietantes situaciones, habrá pasado miedo, habrá sonreído, habrá llorado, pero siempre ha estado ahí, fuerte, alegre, y con buena apariencia para ayudarnos.

Pero hay veces que nuestra higuera no está, y nos derrumbamos, nos hundimos y nos sentimos solos, pero no os preocupéis, sí que esta, pero no la vemos.

Y cada vez que el sol vuelva a relucir fastuoso, con sus ojos áridos y destellantes, siempre dispondremos de nuestra higuera para refugiarnos y sentir el calor que solo ella puede daros. Regadla, cuidadla, porque solo hay una y no la podemos dejar escapar.

Este pequeño fragmento, lleno de metáforas, para el que aun se piense que esto es una oda a la higuera, va dedicado a todos aquellos que todavía sienten el cariño de su higuera cada vez que están mal.

Y recordad todos tenemos una higuera solidaria en algún rincón de nuestra alma.

martes, 16 de diciembre de 2008

Una uña en el pasillo


El siguiente articulo trata de un drama cotidiano.

A todos nos ha pasado. ¿Será una pajita? ¿Un palo? Y uno se agacha ingenuamente para retirar ese pequeño resto blanco que ocupa intrusamente el centro de nuestro pasillo. Es a mitad de descenso cuando uno constata, no sin cierta repugnancia, que está ante un ejemplar de uña perfectamente recortada por humanos dientes caninos. Uña perfecta, cuarto creciente. Como la jodida sonrisa del gato en Alicia el país de las Maravillas. En ese momento la confusión nos turba, siempre. Nuestro intelecto busca responsables, y ante la imposibilidad de hallarlos con certeza, siempre se opta por una de las dos siguientes actitudes. Siempre. Da igual la latitud y la cultura: pocas veces ha existido tal unanimidad intercultural en la respuesta ante el mismo fenómeno. En la milenaria historia de los hombres hay, como hemos dicho, sólo dos elecciones posibles. Se puede, en primer lugar, recoger la uña y lanzarla por la primera ventana abierta que uno encuentra –procurando pensar en otra cosa que nos distraiga del contenido asco que la uña mordida nos produce-. La otra opción consiste en darle una discreta patadita que deposite la uña a un lado de nuestro camino, confiando en no volver a encontrarnos con ella nunca más, e intentando –sin éxito habitualmente- desechar ese sentimiento de culpa que nos embarga al remover esa desasosegante presencia con una patada.

Así son las cosas y asi de simple y predecible es el ser humano, un ejemplar unico, pero no por ello brillante.